sábado, 22 de mayo de 2010

La Pata

La Pata.

José Pacella

No era para cualquiera, sobre fines de los años 70, viajar legalmente a Buenos Aires con el pretexto de visitar un familiar, cargando en el equipaje las brasas encendidas de la lucha clandestina.

Cristina se trasmutaba en una tímida paloma mensajera, cruzando el río una y otra vez, con la pesada carga entre sus alas.

Volaba atravesando la noche, albergando en su pecho los sueños truncados de Nibia, Silvina. Helena y tantas otras.

Ovarios y corazón que arrinconando los miedos pujaban para alumbrar el mañana.

En inocentes cajas de juguetes, jabones, perfumes, con doble fondo, el mundo se enteraba de la resistencia del pueblo uruguayo. Periódicos sindicales, volantes, declaraciones de la CNT, la FEUU, Carta. Líber Arce, denuncias de nuevas desapariciones o la salud de los presos, mensajes que nos vinculaban a los compañeros en el exterior. La cosa era de ida y vuelta, volando con los vientos solidarios.

Enemiga del ruido, le costaba hablar en las reuniones del viejo local de la calle Haig, donde la conocimos. Pero podía, con sus 15 años, pararse en el muro del liceo 18 y dirigirse a sus compañeros, desafiando a los fascistas y la represión de la Época.

No fueron su figura ni su forma de caminar las que le valieron el apodo de ‘La Pata’.

Fue porque en el reparto de idilios musicales le había tocado ‘Patricio’. Tiempo de amores juveniles y suspiros por la presencia de los Quilapayún o Víctor Jara, compartidos con Mariene y Corina, que, quizás sin saberlo, contemplaron su vuelo desde su encierro en Punta de Rieles.

Atrás quedaron las nocturnales tertulias, que sus padres abandonaban, mientras nosotros amanecíamos, a puro café y cigarros, en su casa de la calle Asencio.

La detuvieron, entregada, en Diciembre del 81. Los torturadores tuvieron que tragarse sus silencios, no lograron arrancarle una palabra, lo único que le faltó negar fue su nombre.

Tenía, y tiene, la pasta de los que hacen la historia de los pueblos con la sencillez de lo cotidiano, la misma con la cual hoy pelea por sus pichones y la esperanza del futuro de todos.

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