Daniel
José Pacella
Patricia: quisiera contarte como tu padre, sin estridencias, vocalizaba la melodía de la resistencia, a los largo de los 12 años de dictadura.
Por las escaleras del Banco Central, cocina del diablo del capital financiero, descendían pisando con la bota militar los Chicago Boys, Vegh Villegas, Valentín Arismendi, los hipócritas escribas de Búsqueda. Bajaban también otros, a puro traje y corbata, indiferentes al drama que vivía nuestro pueblo, perdidos en el autoconformismo del funcionariado de carrera, prisioneros del frío lenguaje de los números.
Pero entre ellos estaban también los que, traspasando los silencios del miedo como Daniel, por debajo de las vestiduras ejecutivas, muy adentro de la piel, les latía el corazón, encendiendo todos los días la llama de la lucha por la libertad.
Daniel Vaz, en su maletín, o escondidas entre sus ropas, sacaba toda la información económica, documentos y análisis, realizados por él. La información política y de las peripecias militares que cundían en Palacio, fluían hacia nosotros, alimentando los textos anónimos que desde la clandestinidad, enfrentaban al régimen fascista.
Esas eran las cartas que le habían tocado en el reparto.
Primero su hermano y más tarde Adelita, fueron detenidos, torturados y encarcelados.
Nos conocimos en los avatares de las oleadas represivas que vanamente buscaban eliminar la resistencia del PCU y de las organizaciones obreras y estudiantiles, allá por el 79.
Daniel era un baluarte de vida que lograba compaginar su acción militante con el calor en la forja de su familia.
Todavía hoy me parece verte correteando, junto a tu madre, en el apartamento de las viviendas de la calle Londres, o más tarde en La Comercial, compartiendo en la tele, la final de la Copa América con su querido Nacional Campeón, con el regocijo del triunfo del NO, punto de inflexión hacia la derrota de la dictadura.
A veces los encuentros eran en la calle, donde “caía”. El petizo tenía arrestos para, entre espinillares, en el boliche de Gral. Flores casi Consulado, darme una mano en la elaboración de artículos para la Carta, con los papeles a media agua entre la mesa y nuestras faldas.
Luego sobrevino un nuevo golpe represivo y por razones de “fuerza mayor” nos dejamos de ver.
Cuando, derrotada la dictadura, nos encontramos, estrechándonos en un fuerte abrazo, el me regaló, casi como un símbolo, un portafolios.
Pocos años después nos enteramos, tardíamente, que siendo aún muy joven, su corazón se detuvo.
Pero Daniel fue corriente de agua cristalina, parte del caudaloso río de libertad.
Su corazón voló como en la canción…
“Al vent
El cor al vent
Al vent del mond”
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