Gente así
Descendí del ómnibus encendiendo el cigarrillo, hábito que en mí era un peaje vital. Con la “negra” habíamos acordado la cita para aquella mañana, caminando por Gral. Luna. Ella arrancaría del lado de Millán y yo subiría desde Agraciada.
- ¡No te duermas! Le recomendé al despedirnos, sabiendo lo que le costaba salir del sueño.
Elegimos ese lugar por no ser muy transitado, lo cual nos facilitaba el control de posibles seguimientos. Aunque albergaba algunas fábricas y barracas, esencialmente predominaban las casas particulares.
Mientras iba por la calle, hilvanaba los temas a conversar.
Terminaba el verano del 79 y acabábamos de recibir un nuevo sacudón con la detención de cientos de compañeros. Había avanzado un breve trecho cuando se desató una tormenta de verano. Caían gruesos goterones. El agua cubrió primero la calle y sin respetar límites de asfalto trepó por los cordones inundando las veredas.
Totalmente empapado mi única preocupación era evitar mojarme los pies. Al divisar un escalón de un comercio, en la proa de la esquina, me dirigí hacia allí, creyendo ponerme a salvo. Pero en pocos minutos la calle se había convertido en un arroyo que lo desbordaba todo, lo cual me obligó buscar otro refugio. Doblé a la derecha, el agua venía a raudales por la bajada, y con ella latas de basura, ramas de árboles y un “cachilo” que no resistió el embate.
A veces uno registra el nombre de los barrios sin detenerse a pensar en su contenido, ahora sabía porqué lo llamaban Arroyo Seco.
Chapoteando, divisé un escalón de casa antigua, roca salvadora donde una vecina lidiaba con su escoba. El agua avanzaba de la claraboya gris-azulada, cual transparente colador del cielo, cayendo en el patio.
- Buen día señora. ¿Puedo quedarme en la puerta?
- Sí m’hijo me respondió con una sonrisa, mientras seguía en su obligada fajina.
La persistencia del aguacero pretextó la fluidez de la conversación. Al preguntarme donde trabajaba, le dije que vendía libros.
- Mire que casualidad, mi hermano tiene una librería y ahora está radicado en
- ¿Cómo se llama?
- Pascale
Le devolví la sorpresa al decirle que lo conocía.
Seguimos conversando como si fuéramos conocidos de siempre. Al percatarse que estaba tiritando, desapareció por unos instantes en una de las piezas, tornando con un vaso de cognac, generosamente servido.
- Con esto entrará en calor, me dijo.
La lluvia fue amainando y me preparé para volver a mi recorrido. Al despedirme la vecina me sorprendió por partida doble.
- Llévese esto y cuídese mucho, porque acá venía Oscar Tassino y hace tiempo que está desaparecido, dijo mientras me extendía un buzo de lana.
Luego de agradecerle, me alejé pensando en Tassino, en las casualidades y en que alguna vez volvería a visitarla.
Pasados muchos años he andado por los alrededores y no sé si por falta de memoria visual, por cambios en el barrio, o quizá porque quiero conservar el recuerdo tal cual lo viví, no dí con la casa.
Hola Compañeras y Compañeros... estoy leyendo desde ayer este blog, especialmente sencibilizada con los RELATOS.
ResponderEliminarCada uno de ellos son significativos y significantes en mi vida...APARENTEMENTE no son sobre el tema, es decir, no puedo agregar aquí experiencias propias de militancia contra la dicatadura, contra el terrorimo de estado o sobre encuentros causales y solidaridad que salvó vidas. Pero puedo contarles, compartir con ustedes qué evoco al leerlos.
En Simulacro el Compañero nos cuenta que cayó preso en abril de 1975 y en junio del '81: yo tenía 11 meses y 7 años recién cumplidos respectivamente. Imagino entonces a mis padres preparando una reunión en nuestra casa de Pando para celebrar mi primer añito, con poca gente y mucha aprehensión. Y en el año '81 me recuerdo perfectamente sospechando que los Reyes Magos eran los padres (porque a la casa nueva en que nos mudamos ese año, en el Barrio Sur, no había chimenea para que entraran ni césped para los renos). Ahora le doy un nuevo entendimiento a aquéllo de no hablar con otros niños de los reyes Y TAMPOCO de "otros temas" como por ejemplo dónde está el padre de uno, o qué piensan de los militares los vecinos que se mudaron.
Sigo leyendo... en Aníbal el carpintero los Compañeros se reúnen en una casa clandestina de Aires Puros y de vez en cuando JC se mandaba "la travesura" de visitar a sus padres por el apto. de la calle San Martín ¡y también yo me mudé siendo niña a una casa de Aires Puros y visitaba amigas en la calle San Martín! (no era en esos años, fue muy posterior...pero ahora, en el repaso de aquéllos tiempos agregaré "una casa clandestina donde se reunían los que trabajaron por un mundo mejor").
Y al leer sobre el plebiscito del '80...y el mundialito... ahora entiendo mucho mejor porqué mi padre, mis tíos, se reunían a cantar "porque en esta tierra libre..." y los autos cuando los domingos salíamos a visitar a mis abuelos nos prendían los parabrisas y mi padre les respondía con una bocinita breve pero infaltable de la vieja marina azul celeste.
Quiero compartir esto con ustedes porque, aunque APARENTEMENTE mi historia es la de una niña que nacía en mayo de 1974 y mi familia no estaba perseguida ni presa ni exiliada...ME RECONOZCO Y LOS RECONOZCO A USTEDES EN ESTAS HISTORIAS DE VIDA DEL PUEBLO URUGUAYO...porque no podemos concebir al Humano por fuera de la política y porque no hay memoria individual sin la reconstrucción de la memoria colectiva.
Finalmente, como dice el Compañero en Líber Arce y el no "nos dimos un abrazo, de esos que nos damos los compañeros, pese a no vernos hace tiempo" yo les doy un abrazo de Compañera aunque todavía no nos conozcamos.
Un abarazo para todas, para todos.
María Carmen García.