Anibal Balbi vive en nosotros y nos apretamos en un abrazo con su compañera "Chela"
Aníbal el carpintero.
Ya no recuerdo si en el 86 o en el 87, fue al poco tiempo de recuperar la libertad con la “amnistía”.
Con dificultades para resolver vivienda, estaba “recalando” en el apartamento 2 de la calle San Martín. En una de esas mañanas en que salí a tomar mate en el corredor, vi golpear en la puerta del apartamento 1, para mi sorpresa, al flaco Balbi.
¿Qué hacés aquí?
¿qué hacés vos? Aquí vive mi media hermana. Respondió con una sonrisa, infaltable en su rostro.
La situación me hizo estallar en una carcajada.
Nos habíamos visto por última vez en el 5º piso del Penal de Libertad, cuando utilizando su condición de carpintero, hizo un banquito para enviar a mis hijos.
Nos sentamos, en casa, a tomar mate, y a recordar…
Nos conocimos en medio de vendavales, allá por Abril del 79. Nos había llegado el “enganche” en un rollito de papel, sabiendo nosotros que era el secretario del Partido en Canelones. Por imperio de las circunstancias mis responsabilidades se habían acrecentado y pasé a trabajar con él.
Alto, delgado, con una sonrisa de vida y optimismo que lo acompañaba siempre, carpintero de oficio, capo en moldear madera y vida.
Nos juntábamos en una casa clandestina en Aires Puros. Con él, Omar Paita y el Profesor Rodríguez. Planificábamos el trabajo clandestino y los nuevos objetivos a llevar adelante.
Entre otras cosas, las movilizaciones de los obreros en los frigoríficos de Canelones, en IPUSA d Pando, en el SUNCA y la lucha contra
También comentamos jocosamente el cumpleaños en El Sauce, donde aparecieron “pintadas” y al finalizar la fiesta se llevaron en “cana” a los invitados, o el gesto de un Coronel, al tirar sobre el escritorio del escribano Carámbula, la “Carta”, exclamando” mirá lo que nos hacen estos comunistas, tendríamos que matarlos a todos”.
En una de esas reuniones nos trajeron los primeros ejemplares de la revista “
Nos retirábamos de la casa de a dos. El flaco y yo arrancábamos hacia San Martín y, como sin buscarlo, nos topábamos con el boliche de la esquina de Koch. Allí, compartiendo un par de grapas y cigarrillos, acordábamos los futuros encuentros personales, los “envíos” que no haríamos a través de los “enlaces” y alguna cosa que hubiera quedado descolgada en la reunión.
Al separarnos cada uno seguía su ruta.
Yo me mandaba la “travesura” de pasar a saludar a mis padres que vivían a un par de cuadras, con los cuidados del caso.
La vida siguió y meses antes del Plebiscito los encuentros personales con Aníbal terminaban con una sonrisa, porque ambos coincidíamos en que ganaría el NO.
Luego del triunfo del NO, se acrecentaron las responsabilidades y los peligros, porque la riqueza del momento exigía exponerse más. Y, casi como un juego, hacíamos la apuesta de quien “caería” primero,
Nos tocó perder la apuesta. En junio del 81 caí en una “ratonera”. Y seis meses más tarde le tocó “caer” al flaco.
Mucho tiempo después nos enteraríamos de la desaparición de Omar Paita, que en ese tiempo había pasado a dirigir el Regional 3 del Partido.
En el Penal nos veíamos y saludábamos de lejos. Hasta que coincidimos en el 5º piso.
Como ya no era necesaria la “compartimentación” nos fuimos enterando de las dificultades del flaco y Chela, obrera de
Lo risueño, jocoso, que nos llenó de hilaridad, fue comprobar que, cuando salíamos del boliche, en aquel tiempo, y cada uno hacía su ruta, terminábamos en el mismo corredor. Él, yendo a almorzar en el apartamento 1, yo a visitar a mis viejos en el 2.
Y aunque parezca de no creer, nunca nos cruzamos.
J.P.
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